lunes, 1 de diciembre de 2008

Justo Segundino Flores











JUSTO SEGUNDINO FLORES : Carlos Pereyra



Situación de foto: con guitarra apoyada en pared, trabajando cuero con cuchillo



Locación: pared de adobe







Elemento de exposición: calzoncillos cribados



1797 - 1856
Nacido en la pampa



Pasó sus primeros cinco años en tolderías pampas. Hijo de una cristiana cautiva, preferida de un capitanejo ranquelino. A la muerte de su padre, fue rescatado por el Coronel Indalecio Flores, quien le dio su apellido y colaboró en su crianza, trasladándolo junto con su desdichada madre a San Antonio de Areco.
Marcado por su origen salvaje, vivió conchabándose de pago en pago en ocasión de la yerra. Huyó dos veces del servicio refugiándose entre los pampas, con quienes mantenía un pacto desconocido. Perseguido por la justicia, quien lo acusó de vago y la autoridad militar por desertor, su techo fue la inmensidad de la llanura tierra adentro.
A los veintitrés años raptó violentamente dos muchachas, que mantenía cautivas cerca de las tolderías. Tramposo en el juego y adicto a la caña, supo visitar asiduamente las tabernas de la zona y las corridas de caballos, llevando en ancas una u otra china durante sus correrías.
Si bien Flores lucía siempre los pantalones finamente cribados por sus prisioneras, no era secreta su devoción por la Zoila, quien atendió al gaucho en algunas oportunidades, aunque jamás le permitió pasar la noche en su lecho. Payador como pocos, solía dirigir gran cantidad de versos a la arisca mujer.
En 1833 lo encontraron muerto bajo una tapera en el desierto, con dos calzoncillos cribados doblados delicadamente junto a su cadáver. No hallaron rastro de sus cautivas ni los 9 críos que solían correr alrededor del rancho, llamando “mamá” indiscriminadamente a una u otra mujer. El misterioso fin de Justo Segundino pronto se convirtió en leyenda y fue difundido en versos por otros payadores.

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